
Movimientos Insólitos
Goldman Sachs y UBS ven al S&P 500 con margen para subir al menos un 10% en 2026, empujado por los grandes nombres tecnológicos. Traducido al lenguaje humano: los de siempre siguen mandando y los grandes bancos creen que la fiesta no se ha acabado. El mensaje implícito es claro: mientras las grandes tecnológicas sigan creciendo y concentrando poder, el mercado aguantará. El riesgo, como siempre, es que todo el mundo esté mirando el mismo espejo y nadie la salida de emergencia.

Ferrovial ya está dentro del Nasdaq 100 y eso no es solo un trofeo para la vitrina. Es una señal de hasta qué punto una empresa española puede jugar en la primera división global si elige bien su terreno. Estar en ese índice significa visibilidad, dinero automático entrando y un cambio de narrativa: menos “constructora europea”, más “infraestructura global”. También implica vivir con más volatilidad y con inversores que no perdonan una mala semana.

Goldman vuelve a escena, esta vez con Iberdrola, y le ve viento a favor con un potencial de subida notable. El mensaje es sencillo: energéticas grandes, estables y con relato verde siguen siendo atractivas cuando el mundo busca seguridad sin renunciar a crecimiento. No es glamour, no es hype, es el tipo de apuesta que gusta cuando hay ruido geopolítico y cansancio con las promesas vacías. Aburrida, quizá; sólida, seguro.

SpainUP
Renfe ha optado por apagar fuegos antes de que ardan, ofreciendo cambios y devoluciones gratuitas a los viajeros afectados por la alerta roja. No es una revolución en el transporte, pero sí una decisión inteligente en términos de imagen: en un país acostumbrado a enfadarse rápido con trenes y retrasos, un gesto así compra algo muy valioso, paciencia social. A veces gestionar bien una crisis vale más que cien campañas de marketing.

La familia Agnelli ha dicho “no” de 1100 millones de Tether por la Juventus, y el mensaje va más allá del fútbol. El dinero cripto puede ser abundante, pero no todo se compra con un cheque grande. Aquí hay orgullo, control y también desconfianza hacia modelos financieros que prometen mucho y explican poco. El fútbol sigue siendo negocio, sí, pero también símbolo, poder y herencia. Y eso no se tokeniza tan fácilmente.

SpaceX consigue una valoración de 680.000 millones y confirma su salida a bolsa en 2026, dejando claro que Elon Musk no piensa bajarse del espectáculo. La cifra impresiona, pero el fondo es otro: el espacio ya no es ciencia ficción, es negocio duro y ambición sin complejos. Para los mercados, será uno de esos eventos que atraen atención, dinero y titulares durante meses. Para el resto, otro recordatorio de que el futuro se está repartiendo ahora, y no todos tienen asiento en la primera fila.

Geopolítica
Australia vuelve a despertarse con un sobresalto que no encaja con la imagen de país tranquilo y ordenado. Un tiroteo en la playa de Bondi, uno de esos lugares que asociamos más con surf y selfies que con violencia, deja detenidos y una sensación incómoda: nadie está completamente a salvo de la importación del caos global. No es solo un suceso policial, es otro recordatorio de que incluso las democracias más estables están viviendo una época de nervios, radicalización y respuestas cada vez más tensas ante cualquier incidente. Cuando el miedo entra en espacios cotidianos, el impacto va mucho más allá de los titulares.

China, por su parte, ha vuelto a mirar al pasado para mandar un mensaje muy actual. La conmemoración de la masacre de Nankín no es solo memoria histórica: es una advertencia directa a Japón en un momento de fricciones diplomáticas crecientes. Pekín utiliza la historia como arma política, reforzando el relato nacionalista y marcando líneas rojas emocionales que dificultan cualquier deshielo. En un contexto de rivalidad regional y pulsos militares en Asia, estos gestos no son inocentes: son gasolina simbólica en una relación ya cargada de tensión.

Estados Unidos suma otro episodio de violencia interna con la detención de una persona relacionada con el tiroteo en la Universidad de Brown. Universidades, playas, espacios públicos… el patrón se repite y la sensación de desgaste social también. Cada caso reabre el mismo debate y la misma parálisis: discursos encendidos, pocos cambios estructurales y una sociedad que normaliza lo que antes era excepcional. No es solo un problema de seguridad, es un síntoma de un país que lleva tiempo funcionando al límite de su propio nervio colectivo.

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